Siganme los buenos

Ahora que te conocí, me nació la duda de saber cómo sería mi mundo sin ti.
Palmar '09
México D.F 7º día después del 15 de Septiembre (1946)
Clara :
Corazón. Ya se fueron las nubes. Tú miras para todos lados y no ves nubes. Solo un cielo azul y una grande, pero muy grande esperanza.
Desde hace muchos años, los hombres han luchado por lo que quieren. Muchos, los que no conocen otra ambición que las cosas materiales, han llegado a odiar la vida porque jamás pensaron en ella ni supieron que el tiempo... Pero para que te hablo de esto. Yo lo que quiero decirte es que te amo. Tan suave y con tanta ternura que no me asusta el tiempo para pensar que contigo la vida es demasiado hermosa.
Aquí a un lado del Sagrario hay una estatua que dice: "Extranjero, si amares la virtud, mira y contempla: éste es San Bartolomé de las Casas, padre de los indios". Eso dice esa estatua. Pero yo, desde lo más hondo de mi más pobre y humilde condición, me digo siempre: Clara es la virtud, que ha hecho de mí un hombre más amigo de las cosas humanas, más amigo de la vida.
Más amigo tuyo que ningún amigo tuyo. Y yo te veo así, noviecita, algo en quien yo confío, alguien con quien compartiría mis ratos buenos y no le ocultaría mis ratos malos. Tú y yo de la mano como dos buenos amigos; como dos buenos compañeros, unidos para caminar sobre el ancho mundo. Y que no bajen las nubes, que nunca bajen sobre nosotros.Tú, aire de las colinas, las espantarás con esa virtud de que estás llena.
Estamos viviendo el tiempo de las vacas flacas, cuando los pobres son más pobres y a los ricos se les merma la riqueza. Pero nosotros no fuimos los que escogimos el tiempo para vivir. Nacimos por milagro y todo lo que nos sigue dando vida es milagroso. Por eso no dudo, y menos aún ahora, de que los dos juntos, seremos más fuertes para aguantar el amor o la alegría o la tristeza o lo que venga. Así seremos tú y yo: esos dos buenos amigos que se llaman Clara y Juan serán como la piedra contra la corriente de los ríos, muy firmemente aliados contra todo, y haremos un mundo. Un mundo nuestro, tuyo y mío, para los dos.
Eso quisiera ser para ti. Darte cuanto existe. Pero no podemos ser como dioses; no somos más que pobrecitos seres humanos y tenemos que pedirle a Él que mire por nosotros. Que abra sus grandes ojos sobre este par de muchachitos suyos y que no nos falte nada.
Sin embargo, a veces creo que es pedirle mucho. Yo le pedí tu cariño y me lo dio. ¿Qué más sobre eso pudiera yo pedirle?
Se llama Clara, Señor, le decía yo, mírala, mira cómo es una de las más hermosas de tus criaturas, parece como si fuera una travesura tuya, un juguetito que pusiste sobre la tierra para descansar tus ojos en él, cuando te sintieras cansado de mirar todas las demás cosas. Y yo la quiero, Señor, haz que ella conozca lo mucho que la quiero. Eso le decía yo, todavía ayer, todavía ahora y se lo seguiré diciendo siempre.
Me gustó cuando tu mamá nos dijo que éramos un par de miedosos. Me gustó mucho. Me pareció como si esos nos uniera para comenzar a pelear contra el miedo. Que en este caso su pudiera llamar temor al mañana.
Pero yo no tengo miedo, nada; pura confianza; veo ahora las cosas de un modo tan tranquilo que casi estoy seguro de que serán fáciles las dificultades. Mi miedo de aquella noche era que nos dijeran no. No era otro.
Quisiera decirte muchas, pero muchas cosas en secreto.
Juan.
Creo que es la carta más hermosa que leí en lo que va de mi corta vida.
¡Qué envidia siento por Clara! Ya no quiero más a un príncipe azul, yo quiero un Juan.