Siganme los buenos

Laprida

Me voy, no tenía muchas ganas antes. Era un: ¡NO A LAS VACACIONES!
Vaya a saber qué corno me pasa por la cabeza, pero me voy.
Lejos, va 7 horas no es tan lejos, solo un poco o ¿Es lejos?
¿Lejos de qué exactamente? ¿Lejos de casa? ¿Cuál es la medida que determina que estamos lejos de algo?
¿Es cuando sentimos que está en otro mundo? ¿Qué ya no pertenecemos a su realidad?
¿Qué es cerca? ¿Qué es estar cerca de algo/alguien? ¿Qué lo determina?
Capaz que al alejarnos nos acercamos más, y capaz que al acercarnos nos alejamos.
Yo me voy, lejos o cerca, me voy. Me voy al campo, a Laprida.
Chau

Rincones

Durante este último tiempo decidí que mi cama no era el lugar apropiado para dormir, así que me aventuré en la búsqueda de lugar perfecto.
Empecé por la pieza de mi mamá, en una esquina al lado de la ventana hay un pilón de frazadas. Están acomodadas de tal manera que me puedo recostar sobre ellas, y así lo hice, pasé varios días ahí, leyendo, mirando el techo, durmiendo. Pero algo me empezó a molestar, cuando soplaba el viento muy fuerte las cortinas me pegaban en la cabeza. Traté de todo, les hice un nudo, le ponía broches, las ataba juntas, y llegué hasta el punto de querer sacarlas, pero mi mamá no me iba a dejar.
Así que me mudé, me fue de ese lugar hasta mi sillón, va es el sillón de todos, pero por unos días fue mio. Lo podía llevar a todos lados, lo usaba para estar en la pc, para mirar la tele, para leer pero para dormir no y eso lo cagaba, no era el lugar perfecto si no podía dormir. Así que, por más que dolió, lo dejé.
Me mude a mi puf, algunos lo conocen como tallagreen. Ahí podía hacer todo, dormir, leer, comer, escribir, ver tv, lo podía llevar hasta la pc y usarlo. Pasaron dos días y me vino el mismo problema que antes, las cortinas, esta vez las saqué mientras yo estaba ahí, pero al sacarlas me daba el sol en la cara y me molestaba, entonces tenía que cerrar la persiana y toda la pieza se llenaba de oscuridad, entonces prendía la luz. Al prender la luz a las 3 de la tarde me di cuenta que estaba gastando energía al pedo y que estaba colaborando con el derretimiento de los glaciares y el fin del mundo, entonces me dije, vamos a ser una buena chica, poner las cortinas, abrir la persiana y apagar la luz.
Después de salvar al mundo, me di cuenta que el único fucking lugar al que podía volver era a la cama.
Cuando  me volví a acostar, me sentí rara, extrañaba la comodidad que me daba y las sábanas. No sé por qué la dejé en un principio.
Fue una experiencia divertida de la que aprendí dos cosas
1)Las cortinas son el peor invento que puede haber (o capaz no)
2)No hay nada como la dulce cama

Les deja un beso de melocotón, la Mica de Samoré (jo jo jo)

Julieta, Manuel y Héctor

Qué pequeño es el mundo, y cuanta gente hay en él.
¿Cuál es el límite que nos separa de toda esa gente que lo habita? ¿Son las distancias, los prejuicios? ¿Qué es?
Tanta gente que camina, que corre, que baila que viaja. Tanta gente con pelo largo, corto o con pelo que decidió abandonarlos. Gente con tatuajes, con aritos, con maquillaje, a cara limpia. Gente que llora, que ríe, que no hace nada.
Tanta gente y la impotencia de no conocerla, pero ¿Qué es conocer hay alguien? ¿Cuál es el dato clave que nos indica que ya conocemos a alguien? ¿El nombre? ¿El color favorito? ¿Si prefiere sábado o domingo?
Hoy conocí a 6 personas.
Apenas me tome el colectivo 86, para volver a casa después de ir al cine, caminé un poquito y encontré un hueco para acomodarme. Había comprado una botella de agua, como tenía sed, la abrí y tomé.
En frente mio había un hombre que tenía una botella de coca. Me miraba y miraba la botella. Le sonreí y me empezó a hablar: "Yo no tomo agua, me hace mal, por eso tomo coca" Y me sonrió. Esas palabras fueron las únicas que le entendí, había mucho ruido y mi mamá me hablaba.
Él no me paraba de sonreír, y eso me hacía sonreír a mi. Le faltaban un par de dientes, y eso lo hacía más simpático.
Quería hablar más con él, pero una fuerza mayor, en este caso mamá me dijo: "Vamos atrás"
Ojalá no le hubiera hecho caso y me hubiera quedado con él.
Caminé un poco más, hice un par de acrobacias y encontré otro lugar.
Estaba parada en frente de dos personas. Dos chicos, que no paraban de reírse. Yo no sabía por qué, hasta que miré los asientos que estaban en frente mio, había una chica. Una chica dormida.
Causaba gracia como movía la cabeza. Los tres estábamos esperando el momento a que perdiera el equilibrio y se cayera al piso.
Sin querer uno de los chicos me tocó la mano, pero fue raro. Fue como si tocara algo que se rompiera muy fácilmente. Me sonrió.
Sentí que la chica se estaba a punto de caer, así que quise meterme en su camino, y puse mi mano, que dos segundos después se convirtió en la barrera que impedía que ella se cayera.
La miré, la observé. Era muy linda y sin nombre. La miré un poquito más y me di cuenta que tenía cara de Julieta.
Miré a Julieta, tenía las uñas largas, pero la más larga era la del pulgar, que además, estaba rota, quebrada. Me fascinó la manera en que esa uña se aferraba al dedo, como no se soltaba. Las tenía pintadas de un tono rojizo, pero parecía que lo había hecho hace varios días, ya que tenía el esmalte saltado.
Pude ver el bretel del corpiño, era rosa, pero a la vez transparente. Me causó intriga, quise ver debajo de la remera, pero fue raro, jamás había sentido esa curiosidad.
La miré un poco más, y pude ver un pequeño lunar en la oreja izquierda. Un pequeño detalle, que le daba otro toque. Tenía el pelo atado, y sucio, va eso supuse ya que tenía caspa.
Tenía una bolsa que decía Ceci y adentro un cuaderno anillado.
El hombre a su lado, era raro. Tenía la cara rara, como si tuviera sueño, o hambre, o algo. Los ojos estaban hinchados, rojos, raros. El pelo estaba despeinado. Me miró como si fuera una extraña, y se volvió a dormir.
Tenía cara de Manuel. Tenía un bolso azul con un bolsillo abierto, pude ver unos pañuelitos Elite.
Mamá me llamó y otra vez una fuerza mayor me hizo cambiar de posición y dejé de ver a Julieta.
Ahora estaba sentada y conocí al último pasajero, Héctor, va tenía cara de Héctor.
Fue muy divertido observarlo.
Empecé por los zapatos, eran negros y tenía medias azules. Un jean gastado. Parecía un trabajador serio (Si, serio, eso es lo que puedo decir) Tenía una remera gris, con  una personita chiquitita jugando al golf bordada.
Lo más divertido fue su cara. Tenía barba, muy cortita y eso, puedo decir fue lo único que vi de hombre en él.
Su cara era perfecta, ninguna arruga, parecía una de esas caras de modelos bien cuidadas. Tenía el pelo largo, pero atado en forma de rodete con un broche lindo.
De repente miró la ventana y me mostró su perfil. Una nariz perfecta, el perfil de una mujer. Jugaba con sus manos, y sus uñas largas ¡Cómo me hubiera gustado hablarle!
Me llegó el turno de bajarme, toqué el timbre y me despedí de el hombre de la coca, de Manuel, de Julieta dormida, de Héctor y de los dos chicos.
Quizás, eso sea conocer a alguien. Estar con una persona en un momento, donde no se cruzan las palabras, solo los ojos y la mente crean el perfil de una persona. Suponen gustos, nombres, edades.
Quizás no sea conocer a alguien verdaderamente pero ¿Cuándo se conoce a alguien verdaderamente?
Esta es la magia de la vida, conocer gente, compartir un momento, algo tan pequeño como un viaje en colectivo. Un momento, que luego de vivirlo, cambia nuestra vida.
Porque ahora, conozco una Julieta con un lunar en su oreja izquierda.
Ella no me conoce, pero yo sí. Quizás algún día, sepa su nombre y ella el mío.

Momento puerta

Aquí me encuentro reportando otro momento que me causó un nuevo reflejo. Es un reflejo típico en realidad, lo atípico es que sucede solo en mi edificio, va me sucede solo a mi creo.
Lo paso explicar, siempre que entro a mi edificio (como si fuera mío), abro la puerta muy lentamente (le pongo suspenso al momento) y cuando la abro, entro.
El problema, va lo que me pasa, es que tengo la manía de pegarle una patada a la puerta, como si fuera un cañiche toy, y la hago volar, entonces cuando la puerta se tiene que cerrar, hace un ruido más fuerte que pedo de vaca elevado al mil, entonces, como mujer que soy, me tapo los oídos y sonrío.
Me encanta ese momento, lo espero siempre que entro a mi edificio, es medio de mala, porque pobre la puerta no se merece sufrir las patadas, pero que se yo, nunca se quejo ni ella, ni nadie por ella, eso me da bronca.
Imaginen el día que no haya puerta, todos entran, todos salen, todos todos, por culpa mía. Igual sería copado, provocar algo así, la revolución en el edificio.
Pero no soy tan mala, y tendría que pagar el arreglo y NO tengo plata.
Bueno, esto fue todo por hoy damajuanas y caballos.
Consejo: no pateen sus puertas en casa, pateen otras, mamá a veces se enoja cuando hago eso
Consejo 2: si van a patear, que no sea de vidrio, sería un a bajón que se lastimen.
Los quiere, ya saben who