Qué pequeño es el mundo, y cuanta gente hay en él.
¿Cuál es el límite que nos separa de toda esa gente que lo habita? ¿Son las distancias, los prejuicios? ¿Qué es?
Tanta gente que camina, que corre, que baila que viaja. Tanta gente con pelo largo, corto o con pelo que decidió abandonarlos. Gente con tatuajes, con aritos, con maquillaje, a cara limpia. Gente que llora, que ríe, que no hace nada.
Tanta gente y la impotencia de no conocerla, pero ¿Qué es conocer hay alguien? ¿Cuál es el dato clave que nos indica que ya conocemos a alguien? ¿El nombre? ¿El color favorito? ¿Si prefiere sábado o domingo?
Hoy conocí a 6 personas.
Apenas me tome el colectivo 86, para volver a casa después de ir al cine, caminé un poquito y encontré un hueco para acomodarme. Había comprado una botella de agua, como tenía sed, la abrí y tomé.
En frente mio había un hombre que tenía una botella de coca. Me miraba y miraba la botella. Le sonreí y me empezó a hablar: "Yo no tomo agua, me hace mal, por eso tomo coca" Y me sonrió. Esas palabras fueron las únicas que le entendí, había mucho ruido y mi mamá me hablaba.
Él no me paraba de sonreír, y eso me hacía sonreír a mi. Le faltaban un par de dientes, y eso lo hacía más simpático.
Quería hablar más con él, pero una fuerza mayor, en este caso mamá me dijo: "Vamos atrás"
Ojalá no le hubiera hecho caso y me hubiera quedado con él.
Caminé un poco más, hice un par de acrobacias y encontré otro lugar.
Estaba parada en frente de dos personas. Dos chicos, que no paraban de reírse. Yo no sabía por qué, hasta que miré los asientos que estaban en frente mio, había una chica. Una chica dormida.
Causaba gracia como movía la cabeza. Los tres estábamos esperando el momento a que perdiera el equilibrio y se cayera al piso.
Sin querer uno de los chicos me tocó la mano, pero fue raro. Fue como si tocara algo que se rompiera muy fácilmente. Me sonrió.
Sentí que la chica se estaba a punto de caer, así que quise meterme en su camino, y puse mi mano, que dos segundos después se convirtió en la barrera que impedía que ella se cayera.
La miré, la observé. Era muy linda y sin nombre. La miré un poquito más y me di cuenta que tenía cara de Julieta.
Miré a Julieta, tenía las uñas largas, pero la más larga era la del pulgar, que además, estaba rota, quebrada. Me fascinó la manera en que esa uña se aferraba al dedo, como no se soltaba. Las tenía pintadas de un tono rojizo, pero parecía que lo había hecho hace varios días, ya que tenía el esmalte saltado.
Pude ver el bretel del corpiño, era rosa, pero a la vez transparente. Me causó intriga, quise ver debajo de la remera, pero fue raro, jamás había sentido esa curiosidad.
La miré un poco más, y pude ver un pequeño lunar en la oreja izquierda. Un pequeño detalle, que le daba otro toque. Tenía el pelo atado, y sucio, va eso supuse ya que tenía caspa.
Tenía una bolsa que decía Ceci y adentro un cuaderno anillado.
El hombre a su lado, era raro. Tenía la cara rara, como si tuviera sueño, o hambre, o algo. Los ojos estaban hinchados, rojos, raros. El pelo estaba despeinado. Me miró como si fuera una extraña, y se volvió a dormir.
Tenía cara de Manuel. Tenía un bolso azul con un bolsillo abierto, pude ver unos pañuelitos Elite.
Mamá me llamó y otra vez una fuerza mayor me hizo cambiar de posición y dejé de ver a Julieta.
Ahora estaba sentada y conocí al último pasajero, Héctor, va tenía cara de Héctor.
Fue muy divertido observarlo.
Empecé por los zapatos, eran negros y tenía medias azules. Un jean gastado. Parecía un trabajador serio (Si, serio, eso es lo que puedo decir) Tenía una remera gris, con una personita chiquitita jugando al golf bordada.
Lo más divertido fue su cara. Tenía barba, muy cortita y eso, puedo decir fue lo único que vi de hombre en él.
Su cara era perfecta, ninguna arruga, parecía una de esas caras de modelos bien cuidadas. Tenía el pelo largo, pero atado en forma de rodete con un broche lindo.
De repente miró la ventana y me mostró su perfil. Una nariz perfecta, el perfil de una mujer. Jugaba con sus manos, y sus uñas largas ¡Cómo me hubiera gustado hablarle!
Me llegó el turno de bajarme, toqué el timbre y me despedí de el hombre de la coca, de Manuel, de Julieta dormida, de Héctor y de los dos chicos.
Quizás, eso sea conocer a alguien. Estar con una persona en un momento, donde no se cruzan las palabras, solo los ojos y la mente crean el perfil de una persona. Suponen gustos, nombres, edades.
Quizás no sea conocer a alguien verdaderamente pero ¿Cuándo se conoce a alguien verdaderamente?
Esta es la magia de la vida, conocer gente, compartir un momento, algo tan pequeño como un viaje en colectivo. Un momento, que luego de vivirlo, cambia nuestra vida.
Porque ahora, conozco una Julieta con un lunar en su oreja izquierda.
Ella no me conoce, pero yo sí. Quizás algún día, sepa su nombre y ella el mío.
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